Friday, January 13, 2006

Creo que todos saben el porqué de estas palabras ¿no?, las cosas pasan y la vida sigue...

La daga
Por Rocío Sandoval


Una daga atraviesa el alma sin piedad ni clemencia. Ese mismo sentimiento que un día me haría libre, me haría feliz, y me llevaría hasta tus brazos, me entrega hoy a una muerte lenta, segura y tortuosa. Me envuelve en sus espinas que se clavan sobre mi piel penetrando lentamente dentro de mis ojos, destruyen mi boca, fracturan mi cuello, desfiguran mis manos, deforman mis piernas, rompen mi corazón y lo que más duele es que penetran mi alma lastimándola, desgarrándola como papel. Trozos de mi quedarán en el aire, partículas de polvo que viajarán cuando aquello que me ha destruido ose pensarme; mas me pregunto si tendrá la valía algún día de enfrentarse a mi recuerdo, me pregunto si podrá soportar la culpa de perderme. Me pregunto si pensando en mí se atreverá a amarme, o de una forma más fácil, ¿cuándo confesará el cobarde que jamás ha dejado de hacerlo? No lo hará.
Después de unos instantes voy comprendiendo que esta vez es definitiva, que no habrá nadie que cure mis heridas. El paño húmedo de consuelo que estoy esperando no llegará y las heridas abrirán más a cada momento. El cielo se nubla y las nubes se fragmentan como cristal. Mis heridas comienzan a sangrar y van quedando vacías. Mi vida va quedando vacía, va perdiendo la esencia, y el color rosado que antes delataban a mis mejillas se torna de un pálido casi transparente. Comienzo a sentirme un fantasma y me doy cuenta de que mi cuerpo se va quedando vacío. Yo me voy quedando vacía.
Voy a morir. Me he enamorado de mi muerte y he pensado en ella día y noche, no sé si sea el deseo inerte de olvidarlo o el afán desesperado de tenerle. Me excita la idea de sentirle tan cerca aunque sea un instante antes de perderle nuevamente. Me provoca y no me desagrada la idea. Voy muriendo despacio, voy perdiendo la fuerza y me quiebro. Doy sólo unos pasos, tambaleante antes de ceder ante el dolor. Me voy perdiendo en un abismo y no veo nada, sólo negro. Me cuesta imaginar que esto es la muerte; me siento tan frágil y tan fuerte; nadie más podrá hacerme daño. Nadie más. Veo negro y, sin embargo, aún no dejo de sentir, mis sentidos se van desvaneciendo, las voces cada vez son más tenues, y la oscuridad es cada vez más fuerte. El dolor sigue ahí, tan arraigado en el alma que se niega inútilmente a morir, y no hace más que prolongar la agonía. Siento una gota fresca en mi frente ir bajando poco a poco, tan despacio, que pareciera disipar todo el mal. Lloro. Me ha vencido. No puedo más.

No comments: