Tuesday, April 25, 2006

Pecado y penitencia

Eres mi pecado y penitencia...

El día de nuestro encuentro fue único, todavía recuerdo tus ojos negros como la noche admirando mi figura; sentía la fuerza de tus labios oprimiéndose entre sí, y la expresión de tu rostro llena de cólera y deseo. Por tu mirada se escapaba el deseo incontrolable de poseerme, de sentirme tuya y de saberte mío. Tu respiración tranquila y controlada. Sentí lo penetrante de tu mirada sobre mi espalda y me obligaste sublimemente a volverme. De inmediato tus ojos se apoderaron de mi cuerpo y una carga eléctrica recorrió todo mi ser. Te miré, te admiré y te imaginé como nunca antes lo había hecho y, mientras en mi mente dibujaba el contorno de tu cuerpo desnudo, un color rojizo invadió la tonalidad de mis mejillas y una fuerza invisible me obligó a ir hasta a ti.
Avancé sólo unos pasos, la distancia no era mucha, y a cada paso la fuerza se volvía más fuerte, más dominante, estaba presa en mi propio deseo, era tu presa. A cada paso la imagen en mi mente se dibujaba más erótica, la entrega total del cuerpo y una conexión indistinguible del alma, una mano sobre mi espalda, una caricia en mi seno y una arqueada de placer, todo como una proyección constante en mi memoria, como un recuerdo. El último paso, el decisivo, rodeé tu cuello con mis manos y te besé. Tú con tu traje negro, yo con mi falda gris, el mechón de cabello en la frente, mi sonrisa cautivante y mi mirada traviesa, un poco ruborizada con un toque de brillo en los labios… - ¿Se te ofrece algo?- esa voz me sacó de mi sueño, de nuevo en aquel cubículo de oficina con la cafetera en frente y el deseo latente e incontrolable de tenerte.

Rocío del Mar